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LAS CINCO PLUMAS Y LA LUZ DEL SOL

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Las Cinco Plumas y la Luz del Sol Editorial Oriente, 1987
Edicion: Angela Hechavarria.

Les cinq plumes et la lumière du soleil. en français (pdf)
 

Se reunieron un día, hace mucho tiempo, cinco plumas que andaban de paseo. Fue cuando el sol se estaba ocultando entre las palmas de la Sierra, un pedazo de mar y un grupo de nubes de formas diversas, allá por finales del otoño y principios del invierno.

Las plumas eran de colores distintos, y cada una salía en el justo momento en que la tarde iba tomando el color de cada una de las plumas.

La amarilla, era una pluma desprendida del ala de una canario juguetón que volaba y cantaba mucho y a todas horas. No era un canario como los otros canarios, por eso la pluma no era como las otras plumas que se desprenden de los canarios. Esta pluma -al igual que las otras cuatro- tuvo la suerte de quedarse siempre suspendida en el aire, sin caer a tierra, y de tanto volar le crecieron alas. Linda pluma era aquella que a pesar de su tamaño pequeño, era capaz de regar con su amarillo toda la tarde cuando el sol terminaba de ocultarse. También la roja, y la gris, y la blanca, y la azul.

La roja se había desprendido de la cabeza de un quetzal que había volado una vez muy alto sobre la loma más alta de Los Andes, allá en la América del Sur, y estuvo volando siempre a esa altura. Era larga y muy fina y de mucha transparencia. Se podía ver en ella y a través de ella, ya que las felpas de sus puntas se abrían en forma de abanico cuando giraba y volvía a girar acompasadamente.

La gris era la más corriente de todas, pero también atraía por su color parejo y constante, por sus líneas onduladas que sugerían la forma de un caracol. Nunca se supo de dónde vino. Unos decían que del pecho de un gorrión, otros que del rabo de un colibrí, otros que de un sinsonte y otros que de un ave extraña de un lejano país. Lo importante era que allí estaba también reunida junta a las demás, aleteando el aire.

La azul, al igual que la blanca, era bastante larga y arqueada, y se dice que las dos salieron de la parte del rabo. La azul del rabo de un azulejo, y la blanca, del rabo de una paloma mensajera.

A pesar de sus diferentes colores todas tenían algo en común: que eran muy alegres y gustaban de las aventuras, los encuentros y las grandes emociones. Por eso ahora que estaban reunidas, querían probar sus destrezas y sus virtudes; y fue la Roja Larga y Fina la que propuso una apuesta.

_Ya que nos hemos encontrado -dijo- apostemos a ver quién llega primero al sol.

Las demás recibieron con entusiasmo esta idea y se sintió primero un murmullo de aprobación.

_Hace mucho tiempo que quiero volar al sol para no dejar nunca de brillar -dijo Pequeña Amarilla.

_No es mala idea. Aprovechemos ahora que el sol está tan bajito -repuso la Gris Caracol haciendo sus cálculos.

_Yo lo hiciera para que nunca más me coja la noche, son muy aburridas, una no puede lucir su color -agregó Rabiblanca. Y esto mismo hubiera podido decir la Rabiazul que pensaba de igual manera.

Y tenían razón, porque los colores sólo son colores cuando hay luz, y la virtud principal de estas plumas era sus colores, capaces de competir y triunfar sobre los colores del arco iris que ya es mucho decir.

La Gris caracol hizo el resumen con un tono desafiante.

_De acuerdo, y la que llegue primero reinará sobre las demás. Hubo un pequeño silencio y todas inconscientemente midieron sus fuerzas.

_De acuerdo -dijeron todas al mismo tiempo.

Porque reinar sobre las demás implicaba reinar sobre todas las plumas, las que volaban como ellas y las que andaban sueltas en los gallineros, las pajareras y los palomares, y hasta de las que se encontraban presas en las almohadas y los colchones de las camas, o de las que adornaban algún florero o algún decorado; es decir, sobre todas las plumas de la tierra.

Ya el sol iba a ocultarse completamente cuando emprendieron el viaje en su busca. Y ninguna dijo una palabra más, porque todas pensaban en llegar primero.

Estuvieron largo tiempo así aleteando sobre el viento favorable, hasta que se hizo siempre de día y perdieron la idea del tiempo transcurrido, porque cuando se vuela hacia el oeste buscando el sol, el día no desaparece y siempre hay luz y las cosas y los colores resplandecen siempre. Por eso la Roja Larga y Fina, la Pequeña Amarilla, la Gris Caracol y la Rabiblanca y la Rabiazul lucían bellas en su vuelo e inundaban toda la tierra con una gama de colores cada vez de más brillo. Fueron tardes espléndidas aquellas que disfrutaron los habitantes de la tierra mientras las cinco plumas con sus cinco colores volaban juntas y a regular distancia.

Sin embargo, empezó a notarse en ellas cierta preocupación. Cada vez el sol iba subiendo más sobre el horizonte como si escapara de las cinco intrusas, y la tarde se iba iluminando más y más y amenazaba convertirse en medio día. Así comenzó a desaparecer la fuerza de los colores de la tarde, porque los colores de las plumas sólo crecían y gustaban cuando el sol empezaba a ponerse detrás del horizonte.

_¡Qué extraño! -exclamó por fin la Gris Caracol dejando de dar algunos aletazos-. Mientras más volamos hacia el sol más alto el sol se pone.

_Tienes razón. Ya llevamos mucho tiempo volando y parece que no hemos volado nada -dijo la Pequeña Amarilla a medida que detenía su vuelo-. ¿Por qué no descansamos un rato?

_Es lo mejor -repusieron al mismo tiempo la Rabiblanca y la Rabiazul deteniéndose en el aire.

_Pues yo no me detengo -dijo casi riendo la Roja Larga y Fina-. Llegaré primero que ustedes y reinaré sobre todas.

Y apretó el vuelo y se alejó, hasta que se convirtió para las otras en menos que un punto en la distancia.

A medida que avanzaba, el sol seguía subiendo hasta que sucedió de pronto algo inesperado para la Roja Larga y Fina que ya iba soñando con anotarse el triunfo: la luz del día había tomado un color rojo transparente y todo se iba tiñendo de rojo a su paso. La Roja Larga y Fina, como pluma al fin, sintió miedo de tanto color rojo y de tanta soledad, y sin embargo no detuvo su vuelo; y por cada ciudad que pasaba y por cada campo, estos se ponían totalmente rojos creando la alarma entre los habitantes de la tierra. Pero siguió aleteando, pues anhelaba llegar primero al sol y reinar sobre las demás.

Al fin el miedo, la soledad y el cansancio detuvieron su vuelo. <<Es imposible llegar al sol>>, pensó con resignación-. <<Creo que nadie podrá reinar sobre las demás>>. Y se quedó pensando así, detenida en el aire ahora enrojecido, en espera de las otras plumas.

De nuevo comenzaron los colores de la tarde y era que ya se acercaban las otras cuatro plumas con un ruido similar al que producen las abejas en las colmenas.

_¿Qué te pasó, amiga Roja? -le dijo la impaciente Pequeña Amarilla mucho antes de llegar a su lado.

_Se te nota preocupada -agregaron Rabiazul y Rabiblanca casi al mismo tiempo.

_¿Qué, no decías que llegarías primero? -dijo la Gris Caracol con cierta ironía y risita burlona.

Y cuando la Roja Larga y Fina les explicó lo sucedido y les habló de su miedo, de su soledad y finalmente de su cansancio, todas experimentaron cierto recelo ante la descabellada idea de la competencia. Pero fue sólo unos instantes, pues la impaciente Pequeña Amarilla aleteando fuerte dijo:

_La apuesta no se puede eliminar. Reinará sobre las demás la que llegue primero al sol.

Y diciendo y haciendo fue una mima cosa, porque ya Pequeña Amarilla volaba adelante hasta que se convirtió en menos que un punto en la distancia. Las demás reanudaron también la marcha, pero en absoluto silencio.

Iba la Pequeña Amarilla pensando en la gran ventaja que le llevaba a las otras, iba tan entretenida en sus pensamientos, que no se dio cuenta cuando todo se empezó a poner del color amarillo y cuando reparó en ello sintió un miedo extraordinario. Sí, las ciudades y los campos por donde pasaba Pequeña Amarilla iban tomando el mismo color amarillo. Amarillo puro, como la yema del huevo, como si muchas yemas se hubieran roto de pronto sobre la tierra, el mar y el aire, inundándolo todo y cubriéndolo todo con su color. <<Es terrible que todo sea amarillo>>, pensó la impaciente Pequeña Amarilla al tiempo que un escalofrío le recorría el cuerpo. <<Tenía razón la Roja Larga y Fina, esto es demasiado>>. Y pensando así detuvo su vuelo.

_¿Qué, se convenció que es muy pequeña para llegar al sol la Pequeña Amarilla? -le dijo con ironía y cierta risita la Gris Caracol cuando estuvo a su lado.

_No irás a decir que te pasó igual que a la Roja Larga y Fina -dijo Rabiazul cuando Rabiblanca pensaba en decir lo mismo.

_Sí -respondió con mucha tristeza y angustia Pequeña Amarilla.

Y como nadie esperaba esta respuesta se guardó un largo silencio que aprovecharon todas para meditar.

_Yo creo que debemos desistir de la apuesta -expresó la Rabiblanca buscando apoyo en la Rabiazul y después de oír lo que explicó detalladamente Pequeña Amarilla.

_Nadie podrá llegar primero al sol -dijeron las dos al mismo tiempo.

_Yo soy la única que puedo llegar -repuso la Gris Caracol dando un violento giro alrededor de las otras. Y con la misma se lanzó rápido en busca del sol que ya había bajado nuevamente al horizonte.

_La apuesta se mantiene -gritó ya cuando iba lejos, cuando apenas se le podía oír y era un punto en la distancia.

Las demás se quedaron haciendo reflexiones sobre las cosas vistas y encontradas en su viaje, sobre cómo el sol parecía jugar con ellas, sobre el cansancio que les abrumaba por llevar ya muchos días sin dormir a causa de la desaparición de la noche, sobre lo hermoso que era el lugar donde ahora se encontraban, tan parecido al lugar de donde salieron, con sus lomas altas y verdes y sus numerosas palmas y campos y ciudades florecidas, y estuvieron esta vez a punto de llegar a la conclusión de que la tierra era redonda como una naranja y que giraba alrededor del sol. Luego, cuando repararon que el sol estaba terminando de ocultarse, reanudaron todas el vuelo casi instintivamente.

La Gris Caracol volaba despreocupada, como si no le costase trabajo agitar tan velozmente sus alas. Viéndole volar así, dando esos giros violentos como si el aire fuera una pendiente por donde se resbala sin ningún esfuerzo, se diría que Gris Caracol se desprendió de alguna golondrina enloquecida o de algún águila poderosa y temeraria. Indudablemente que era la más fuerte y ágil de todas las plumas reunidas en aquella empresa. Iba así segura de su resistencia y su triunfo cuando inesperadamente comenzó a nublarse todo a su paso, tanto, que nada se veía. Y era que el color gris de su cuerpo se había reflejado sobre todas las cosas, sobre las nubes y el aire, sobre las montañas el mar y las ciudades, tiñéndolo todo de un gris desesperante hasta para ella misma. <<Las cosas cogen un aspecto muy feo>>, pensó llena de miedo. Y recordando lo que habían contado las otras, se sintió culpable de tanto gris y de tanta oscuridad.

_Pero yo soy la más fuerte de todas y tengo derecho a reinar sobre las demás -se dijo casi gritando como para darse valor.

Y se tiró con más brios hacia adelante en busca del sol, guiándose sólo por un ligero resplandor que se filtraba en el aire ahora humedecido y oloroso. Y comenzaron los truenos, los relámpagos, el viento y la lluvia, pues era mucha la fuerza con que giraba en el espacio la Gris Caracol y mucha la violencia de su vuelo; era como si ella fuera ahora el trueno, el relámpago, el viento y la lluvia.

Todo era un gran alboroto a su paso; pero la Gris Caracol no se detenía: se agitaba como una ola, como una nube, como una palma enfurecida, hasta que fue tanta la soledad y el cansancio, tanto el miedo a ella misma, que se detuvo finalmente en espera de las demás.

Transcurrió largo tiempo aún ya que era mucho lo que se había alejado la Gris Caracol, y cuando ya pensaba que se moría comenzaron a llegar los colores de la tarde. Y era que la Roja Larga y Fina, la Pequeña Amarilla, Rabiblanca y Rabiazul se acercaban.

Cuando llegaron junto a Gris Caracol, nadie se atrevió a pronunciar una palabra, porque era demasiado el espanto que se le veía dibujado y le hacía temblar como una pluma. Fue ella misma quien después de un rato dijo como si le pesaran las palabras:

_Nadie podrá llegar primero al sol ni reinar sobre las demás.

Y Rabiblanca y Rabiazul, que ya estaban convencidas de que esto era muy cierto, se miraron con resignación casi al mismo tiempo. Fue la Roja Larga y Fina quien rompió el silencio tan prolongado cuando dijo:

_Entonces, sigamos juntas, el espacio es muy grande y podremos vivir todas sin que nadie reine sobre nadie.

_¡Claro que sí! -dijo Pequeña Amarilla con voz juguetona-. Podemos volar siempre sin separarnos demasiado, ni de la tierra ni de los demás.

_Yo pienso igual -aprobó la Gris Caracol un poco más calmada-, y podremos reunirnos cada cierto tiempo y pasear juntas.

Rabiblanca y Rabiazul sonrieron levemente al oír estas palabras, porque sabían de lo aventurera e intranquila que era la Gris Caracol, y que a pesar de su promesa no podría estar mucho tiempo sin separarse y buscar sus aventuras. Pero eso no sería siempre, porque la Gris Caracol, al igual que las otras plumas, había aprendido mucho de aquella competencia.

Desde entonces estas cinco plumas acordaron reunirse a menudo para no estar solas y ver cómo andaba el mundo. Por eso, cuando hay atardeceres muy hermosos sabemos que las cinco plumas están reunidas hablando de las cosas vistas y recordando aquella puesta de sol cuando se encontraron por primera vez, allá por finales del otoño y principios del invierno.